Una botella en el mar de Gaza

A Naim,

Si esta botella llega a ti, quiero que sepas que no estás solo. Aunque el mundo parezca mirar hacia otro lado, hay quienes piensan en ti, quienes se preguntan cómo es vivir con el miedo diario de que todo desaparezca en un segundo. No es justo que cada día te despiertes sin saber si habrá suficiente comida, agua o si, al caer la noche, tu casa seguirá en pie.

Pienso en ti y en los otros niños que crecen entre ruinas, sin parques donde jugar, sin seguridad para soñar. Me pregunto si has sentido la libertad de caminar sin restricciones, sin miedo. El mundo sigue girando, las noticias van y vienen, pero tú sigues ahí, atrapado en una realidad que muchos prefieren ignorar.

Dime, Naim, ¿cómo haces para seguir adelante? ¿Cómo encuentras fuerzas cuando todo a tu alrededor se desmorona? Me gustaría creer que aún sueñas con un futuro distinto, que aún tienes momentos en los que puedes reír, aunque sea por un instante. Me gustaría pensar que, a pesar de todo, todavía hay algo de esperanza dentro de ti.

Pero no eres solo tú, Naim. Gaza es una herida abierta que el mundo ha decidido no cerrar. Son miles de vidas atrapadas en un espacio donde la tierra es pólvora. Son familias que intentan sobrevivir con lo mínimo, que ven cómo se apagan las luces una a una, sin saber si volverán a encenderse. Gaza es un lugar donde la esperanza es un acto de resistencia, donde cada día que pasa sin perder la vida ya es una pequeña victoria.

A pesar de todo, hay algo que admiro profundamente de los palestinos: su capacidad de encontrar momentos de alegría en medio del dolor, de reír en tiempos donde todo parece sombrío, de amar incluso cuando el odio lo ha intentado devorar todo. La fuerza de enamorarse, de contar historias, de cocinar una comida especial aunque las provisiones escaseen. No hay mayor valentía que esa: aferrarse a la vida cuando todo conspira para arrebatársela.

¿Qué culpa tienen los niños de nacer en un sitio donde los muros son más altos que las oportunidades? ¿Qué culpa tienen de crecer sin conocer otro paisaje que no sea el de la guerra? Gaza no es solo una noticia de última hora, no es solo cifras de muertos y heridos. Es una historia de seres humanos que ríen, que lloran, que aman, que merecen vivir sin miedo. Pero el mundo ha convertido su sufrimiento en algo cotidiano, en un ruido de fondo que pocos quieren escuchar.

Desde aquí, solo puedo enviarte palabras, pero ojalá lleguen a ti como un abrazo. No sé si esta botella logrará cruzar todas las barreras que te rodean, pero si lo hace, que te recuerde que no estás solo, que mereces paz, que mereces vivir sin miedo. Ojalá el mundo despierte y entienda que los niños como tú no deberían crecer entre balas y fronteras.


Comentarios

  1. Es conmovedor leer tus palabras, pero al mismo tiempo nos generan un malestar profundo, porque nos despiertan de nuestra propia realidad. Nos hacen enfrentar la desconcertante verdad de que, mientras nosotros vivimos en un mundo donde las preocupaciones parecen ser insignificantes, existen otros niños que no tienen ni el derecho de soñar, ni de jugar en un parque sin miedo. Esta carta nos lanza una infinita cantidad de preguntas: ¿por qué? ¿cómo es posible que existan tantas injusticias? ¿Cómo podemos vivir tranquilos cuando otros no tienen lo más básico para sobrevivir?. Nos invita a reflexionar sobre que cosas tienen realmente importancia, la esperanza, la solidaridad y la justicia. Nos recuerda que la vida de un niño no debería estar marcada por el sufrimiento, sino por la alegría, los sueños y el amor. Y que si no actuamos, estamos siendo cómplices de un mundo que cierra los ojos ante el dolor ajeno.

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