Sentirse lejos aunque estés cerca

 Algo que me duele, y que últimamente me está afectando más de lo que pensaba, es tener a personas importantes lejos. Me pasa cada vez que voy a La Mamola, el pueblo de mi padre, y vuelvo a Alcázar de San Juan. En Semana Santa estuve allí y, como siempre, el regreso se me hizo cuesta arriba. No sé cómo explicarlo del todo, pero es como si una parte de mí no volviera conmigo. Me bajo del coche, entro en casa, vuelvo a mi rutina de siempre… pero sigo pensando en ellos, en mis amigos del pueblo, en los sitios en los que estuvimos, en las conversaciones. Es como si aquí no pudiera estar del todo presente, porque mi mente se ha quedado allí, enganchada a esos días.


Lo noto en los pequeños detalles. A veces voy por la calle y veo a alguien que, por un segundo, me recuerda a alguno de mis amigos de allí. Sé que no lo son, pero me da como un vuelco. Me pasa también en clase o incluso en casa. No paro de pensar en cuándo será la próxima vez que pueda ir, cuánto queda para el verano, cuánto falta para volver a estar con ellos. Y aunque parezca una tontería, eso me duele. No es un dolor enorme ni constante, pero está ahí, como una especie de nostalgia que no se va. Porque sé que, aunque estén a solo tres horas en coche, no los puedo ver cuando quiera. Y tener a alguien tan importante para ti lejos, aunque no sea una distancia gigantesca, se nota. Se siente.


Me he dado cuenta de que no solo echo de menos a las personas, sino también la versión de mí que sale cuando estoy allí. En La Mamola me siento más libre, más yo. No tengo que pensar tanto en cómo caer o en qué decir, simplemente estoy. Me siento tranquila, conectada con la gente y con el lugar. Y cuando vuelvo a Alcázar, siento que tengo que ponerme otra vez en modo automático, como si tuviera que encajar en un sitio en el que no termino de sentirme del todo.


Y eso me ha hecho reflexionar sobre cómo nos afecta tener a las personas que queremos lejos. A veces no nos damos cuenta de lo fuerte que puede ser esa sensación. No es solo echar de menos. Es tener una parte de ti misma que solo funciona bien cuando estás con ciertas personas, y no poder estar con ellas cuando más lo necesitas. Es convivir con el deseo de volver a estar juntos y con la frustración de no poder hacerlo todo el tiempo. Y creo que eso es algo que todos vivimos en algún momento, aunque no lo expresemos mucho.


Hay algo que se repite en la vida: muchas veces, lo que más valoramos no lo tenemos cerca todo el tiempo. Y eso hace que lo apreciemos más, pero también lo suframos más. Nos apegamos a las personas y a las sensaciones que nos hacen bien, y cuando no las tenemos, aparece el vacío. Ese dolor silencioso que no siempre se puede explicar, pero que se siente.


Supongo que parte de crecer también es esto. Aprender a vivir con la distancia. A saber que hay personas que son muy importantes para ti, aunque no puedas verlas cada día. A entender que hay sitios que te hacen sentir en paz, aunque no vivas en ellos. Y que todo eso forma parte de ti, aunque no lo tengas siempre cerca. A veces, querer a alguien también significa aprender a llevar su ausencia. Y eso, aunque duela, también tiene su valor.

Comentarios

  1. Leyendo tu texto me he sentido bastante identificada, la verdad. Creo que has expresado muy bien algo que muchas veces se siente pero no se sabe explicar: ese vacío raro que queda después de estar con personas y lugares que te hacen sentir más tú misma. No es solo tristeza por la distancia, sino también esa sensación de desconexión cuando vuelves a la rutina, como si una parte de ti se hubiera quedado atrás.

    Me parece muy acertado cómo cuentas que no se trata solo de echar de menos a otros, sino también a la versión de ti que sale en ese contexto. A veces creemos que somos una sola persona todo el tiempo, pero la realidad es que cambiamos mucho según con quién estamos y dónde estamos. Y cuando vuelves a tu día a día, a veces no puedes evitar sentir que falta algo esencial.

    También me ha hecho pensar en lo poco que se habla de este tipo de dolor. Como dices, no es algo que esté siempre presente de manera intensa, pero sí está ahí, en los pequeños momentos, como una nostalgia silenciosa que te acompaña. Y creo que a medida que crecemos, este tipo de ausencias y distancias se van haciendo parte de la vida, aunque duelan.

    Me parece que has sabido transmitir algo muy real de forma sencilla, sin exagerar ni dramatizar, pero tampoco minimizando lo que sientes. Es un texto muy humano, y eso hace que conecte fácil con quien lo lee.

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