La moda peligrosa: la incomodidad de ver a adolescentes abrazar corrientes de derecha extrema sin cuestionarlas

 Últimamente me siento realmente incómoda al observar cómo muchos adolescentes parecen seguir corrientes políticas extremas de derecha simplemente porque están “de moda” o porque se han vuelto populares en ciertas redes sociales o grupos. Es preocupante pensar que ideologías que promueven el miedo, la exclusión, la intolerancia y el rechazo hacia la diversidad se estén volviendo atractivas para jóvenes que, en teoría, deberían estar en una etapa de búsqueda, de apertura y de aprendizaje.

Lo más alarmante no es solo que estas ideas circulen, sino que muchos de quienes las adoptan parecen hacerlo sin cuestionarlas, sin entender las implicaciones reales que tienen. Es como si la política se convirtiera en un disfraz o en una etiqueta para llamar la atención o sentirse parte de un grupo, sin reflexionar sobre el daño que esas posturas pueden causar a la convivencia, a los derechos humanos y al respeto entre personas. Me da miedo pensar que se están normalizando discursos que, lejos de construir, dividen y excluyen.

Además, esta “moda” política puede generar un efecto muy dañino porque banaliza problemas sociales complejos y deshumaniza a quienes son vistos como “el otro”. La empatía, el diálogo y la solidaridad quedan en segundo plano cuando lo que prima es la rigidez ideológica y la búsqueda de un enemigo común. Y eso afecta directamente a las minorías, a las personas migrantes, a quienes luchan por sus derechos y a cualquiera que no encaje en ese perfil homogéneo que algunos promueven.

Lo que más me inquieta es que, en vez de fomentar el pensamiento crítico, la información rigurosa y el respeto por la diversidad, muchas plataformas y dinámicas sociales impulsan la polarización y el pensamiento simplista. En este contexto, la juventud corre el riesgo de caer en discursos maniqueos que reducen la complejidad del mundo a mensajes fáciles, que a menudo esconden intereses y prejuicios peligrosos.

Creo que como jóvenes tenemos la responsabilidad de cuestionar, de informarnos y de construir puentes, no muros. La política no es un accesorio para estar “a la última” ni un código para ganar seguidores, sino una herramienta para transformar la sociedad de manera justa y respetuosa. Ojalá pudiéramos romper con esta tendencia de adoptar ideologías extremas sin reflexión y en su lugar aprender a dialogar, a comprender y a respetar las diferencias.

Porque solo así podremos crecer como personas y como sociedad, dejando atrás el miedo y la intolerancia para avanzar hacia un futuro más inclusivo y solidario. Y aunque parezca difícil, es necesario intentarlo. La moda pasa, pero las consecuencias de nuestras ideas y acciones perduran.

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