Entradas

Ayer me encontré un pastor alemán en la calle. Me lo crucé volviendo a casa, y sin que yo hiciera nada, empezó a seguirme. Tenía collar y se notaba que estaba cuidado, no estaba sucio ni parecía abandonado desde hace mucho. Pero no llevaba chip. Solo eso ya bastó para que la policía se lo llevara cuando llamamos. Antes de que vinieran, se quedó un rato conmigo en la puerta. Le ofrecí algo de comida y lo aceptó, aunque sin confianza. Y cuando mi madre intentó acariciarlo, se asustó muchísimo. Se apartó de golpe, como si creyera que le iban a hacer daño. Ese gesto me dolió más que cualquier ladrido. Porque no hacía falta saber nada más: ese perro tenía miedo de las personas. Y ese miedo no sale de la nada. No sé qué habrá vivido. Pero sí sé que no es normal que un animal reaccione así si ha sido bien tratado. Y me da muchísima rabia. Me pone enferma pensar que hay gente que puede maltratar a un perro, a un gato, a cualquier ser vivo, sin ni siquiera pensarlo dos veces. Como si no ...

Lo que duele es que duela tan lejos

  A veces me pregunto cómo puede ser que haya tanto sufrimiento en el mundo… y tan poca gente hablando de ello. En países como Sudán, Yemen, Etiopía o Afganistán hay guerras, violaciones, hambre, desplazamientos forzados. Y sin embargo, casi nadie lo menciona. Ni en las noticias, ni en clase, ni en las redes. Es como si ese dolor no existiera. Como si no importara. ¿Qué tiene que pasar para que la vida de alguien valga la pena ser contada? ¿Nacer más cerca? ¿Tener la piel más clara? ¿Hablar un idioma que entendamos? En Sudán, por ejemplo, llevan más de un año en guerra. Y no una guerra cualquiera. Miles de civiles han muerto, mujeres han sido utilizadas como arma de guerra, millones de personas han tenido que huir de sus casas. Pero no lo vemos. No se habla de ello. No es tendencia. Y eso me cabrea. Me cabrea que solo algunas vidas parezcan importar. Me cabrea que nos hagan pensar que en algunos lugares sufrir es “lo normal”. Que vivir entre bombas o pasar hambre se vea co...

La moda peligrosa: la incomodidad de ver a adolescentes abrazar corrientes de derecha extrema sin cuestionarlas

 Últimamente me siento realmente incómoda al observar cómo muchos adolescentes parecen seguir corrientes políticas extremas de derecha simplemente porque están “de moda” o porque se han vuelto populares en ciertas redes sociales o grupos. Es preocupante pensar que ideologías que promueven el miedo, la exclusión, la intolerancia y el rechazo hacia la diversidad se estén volviendo atractivas para jóvenes que, en teoría, deberían estar en una etapa de búsqueda, de apertura y de aprendizaje. Lo más alarmante no es solo que estas ideas circulen, sino que muchos de quienes las adoptan parecen hacerlo sin cuestionarlas, sin entender las implicaciones reales que tienen. Es como si la política se convirtiera en un disfraz o en una etiqueta para llamar la atención o sentirse parte de un grupo, sin reflexionar sobre el daño que esas posturas pueden causar a la convivencia, a los derechos humanos y al respeto entre personas. Me da miedo pensar que se están normalizando discursos que, lejos de...

Demasiado pronto para decidir

 A veces me pregunto cómo esperan que, con solo 16 años, tenga claro qué quiero hacer con el resto de mi vida. Me incomoda muchísimo, me da ansiedad. Siento que tengo que tomar una decisión gigante sin tener todavía las herramientas ni el tiempo para entender realmente quién soy o qué quiero. Me da miedo equivocarme. Escoger una carrera solo porque parece “segura” o porque todo el mundo dice que “tiene futuro”, y acabar atrapada en algo que no me hace feliz. También me asusta elegir algo que me apasiona pero que otros consideran inútil o arriesgado. Y claro, entre esas dos cosas, me quedo en medio, paralizada. Veo a gente a mi alrededor que parece tenerlo todo claro, y me siento perdida. ¿Y si yo nunca tengo esa certeza? ¿Y si solo estoy eligiendo por presión, por miedo a decepcionar, por no quedarme atrás? Me canso de tener que aparentar que todo va bien, cuando en realidad estoy llena de dudas. No quiero elegir por obligación. Quiero elegir algo que me haga sentir viva, que me...
Vi un vídeo que no me puedo quitar de la cabeza. Soldados haciendo estallar un edificio en Gaza. Lo destruyen por completo, y de entre los escombros sale humo azul. Y entonces gritan:  “¡Es un niño!” . Como si la destrucción de una casa fuera parte de una fiesta. Como si jugar con las ruinas de la vida de otra persona fuera algo divertido. Me cuesta mucho explicar lo que sentí. Es una mezcla entre rabia, tristeza, impotencia… pero sobre todo eso:  impotencia . Porque tengo 16 años, y siento que no puedo hacer nada. No puedo evitar que pasen estas cosas. No puedo proteger a nadie. Solo puedo mirar, y sentirme mal. Y hablar, como ahora. Lo que más miedo me da es que haya gente que pueda ver eso y no sentir nada. Que lo vea y diga: “bueno, es parte de la guerra” o incluso que lo justifique. No. No es normal. No puede ser normal.  Lo inhumano no es solo hacer algo así, sino poder verlo sin que te duela. Porque esa casa era un hogar. Porque esas paredes destruidas eran el mund...

Ciudadanos del mundo

A veces me cuesta entender cómo aceptamos cosas que, si las pensamos un poco, no tienen ningún sentido. Una de ellas es esa idea absurda de que hay personas “ilegales”. ¿Ilegales? ¿Cómo puede ser ilegal un ser humano por el simple hecho de cruzar una línea imaginaria en un mapa? No me entra en la cabeza que hayamos dividido el planeta —nuestro hogar común— en fronteras tan rígidas, tan llenas de normas, de muros, de papeles que deciden si tienes derecho o no a estar en un lugar. Todos nacimos en el mismo mundo. Nadie eligió dónde nacer. ¿Por qué entonces a unas personas se les da libertad para moverse y a otras se les castiga con alambradas, deportaciones o la etiqueta de “inmigrante ilegal”? Desde pequeños nos enseñan a identificar nuestra nacionalidad como si fuera parte esencial de lo que somos. Pero, ¿qué pasaría si nos enseñaran primero que somos humanos antes que españoles, marroquíes, colombianos o senegaleses? ¿Qué pasaría si dejáramos de vernos como ciudadanos de un país y emp...

Pensar duele, pero tragar sin pensar es peor.

A veces me pregunto si realmente estamos pensando o simplemente repitiendo lo que otros nos dicen. En clase de filosofía nos hablan mucho de la importancia del pensamiento crítico, de no aceptar todo sin cuestionarlo, de dudar incluso de lo que creemos saber. Pero luego miro a mi alrededor y veo a muchos adolescentes aceptar ideas sin pensarlas dos veces, sobre todo cuando esas ideas vienen envueltas en discursos que suenan “fuertes” o “valientes”, aunque en realidad sean peligrosos o directamente falsos. Vivimos en una época de sobreinformación. Nos llegan mensajes constantemente por redes sociales, vídeos cortos, titulares llamativos. Y como estamos saturados, es más fácil quedarnos con lo que más ruido hace. Lo grave es que muchas de esas afirmaciones que se repiten entre jóvenes no están basadas en datos ni en argumentos, sino en prejuicios, en miedos, en una visión simplista del mundo que divide todo entre “nosotros” y “ellos”. La filosofía no está de moda. No es tendencia. Pero d...